Ya la vi
Percepciones Francisco Tijerina Elguezabal
1-marzo
“La victoria tiene un centenar de padres, pero la derrota es huérfana” John Fitzgerald Kennedy
Como decía el ranchero cuando empezaba la función de cine y lo primero que aparecía en la pantalla era el león de la Metro Goldwyn Mayer: “Esta película ya la vi”. Habrá que guardar en algún cajón todas las declaraciones festivas, los pitos, gorras, confeti y serpentinas que se echaron muchos por el anuncio de que la planta de Tesla se instalará en Nuevo León. Porque, cuestión de recordar, iguales fueron todas las que en su momento escuchamos cuando llegó Kía a Pesquería. Pero después vinieron los asegunes y los problemas y ahí muchos, por no decir que todos, se hicieron ojo de hormiga y ya no salieron a reclamar la paternidad del chamaco dejando solo al Gobernador. Es cierto, quien se lleva el mayor crédito es Samuel García, pero también es quien corre el riesgo de cargar con las culpas si es que estas se llegan a dar; lo que hoy son porras y algarabía se puede tornar en algo diametralmente opuesto en determinado momento y bajo ciertas circunstancias. No es lo que deseamos, lo digo de corazón, pero el futuro no lo tiene asegurado nadie, ni Elon Musk con todo y sus millones. La gigafábrica traerá sin duda empleos y derrama económica, pero junto con ella vendrán más personas que requerirán de un lugar dónde vivir y un montón de servicios y con ellos muchísimos problemas que deberán resolver las autoridades de los tres niveles de gobierno. Hoy es tiempo de meter el acelerador a fondo y empezar a proyectar todo lo que se ocupará en los próximos años; no hay tiempo que perder, hay que planear con visión de corto, mediano y largo plazo porque el futuro nos alcanza y no da tregua ni se sienta a esperar a nadie. El proyecto es una catapulta, pero requiere de los resortes necesarios y suficientes para alcanzar el éxito y con ello no me refiero a los de la empresa, sino a los que debe dejar a los habitantes de Nuevo León la nueva factoría. Eso no es algo que dependa de nosotros, sino de la visión de nuestras autoridades que deben anticiparse a los problemas y necesidades.
Si hoy agarran el tarro de la crema y se embadurnan con ella el cuerpo entero, deben saber y estar conscientes de que en este caso no habrá posibilidad alguna de culpar al pasado ni sus antecesores, que todo cuanto hagan o dejen de hacer será su estricta responsabilidad y el juicio de la historia recaerá sobre ellos. Por eso sí, sí, está bien, disfruten de sus 15 minutos de gloria y fama, pero mejor aprovechen el tiempo y pónganse a chambear en todo lo que se va a ocupar que es mucho y todavía no han resuelto los graves problemas que venimos arrastrando desde hace tiempo, así que la carga es doble.
PREGUNTA
Percepciones Francisco Tijerina Elguezabal
27-feb
“Lo que más me inquieta es que en España todos se preguntan: ¿qué va a pasar? Casi nadie se pregunta: ¿qué vamos a hacer?” Julián Marías
Ya he tocado el tema con anterioridad sin obtener respuestas o comentarios. Nuestros servidores públicos creen que con permanecer en silencio las cosas se olvidarán y los problemas se resolverán solos; ni una cosa, ni la otra. Ante los recientes acontecimientos, pero sobre todo, ante el inusitado incremento de pleitos entre estudiantes de escuelas de todos los niveles, no dejo de cuestionarme cuándo, cómo y por qué la sociedad regiomontana ha “normalizado” el tema y no exige a las autoridades educativas dejarse de respuestas ambiguas, promesas vanas de programas inexistentes y de sacarle la vuelta al asunto para ponerse a trabajar en serio. ¿Qué están esperando? ¿Qué haya un muerto a golpes para hacer algo? Por igual, tanto en la Secretaría de Educación en el Estado como en la Universidad Autónoma de Nuevo León, las formas son iguales. El problema no son los pleitos que se han dado siempre en los planteles, sino el nivel de violencia del que hoy somos testigos pasivos. Una cosa son unos moquetes, un hocico reventado o un ojo morado, pero otra muy distinta es que le hagan trizas la nariz a un alumno cuya familia deberá desembolsar 22 mil pesos para arreglarla y que nadie, nadie, se haga responsable. Aventar la pelota y culpar a los padres es muy sencillo. Decir que las cosas ocurren afuera del plantel es lo más fácil, pero asumirse como formadores y aceptar el grado de responsabilidad que realmente tienen maestros y directivos requiere de un poco, y que conste que digo un poco, de dignidad, amor por la profesión, ética profesional y realmente sentirse maestros. Va siendo hora de imponer sanciones ejemplares para los culpables de estas situaciones; volver al tiempo de una expulsión y boletinar a esos alumnos para que pierdan el año escolar, a ver si sus padres los aguantan en casa y entienden que tienen un muchachito o muchachita problema. Hagan algo, por piedad, antes de que sea muy tarde.
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