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El Significante sin significado | "Andy" sin "Obrador"

  • Foto del escritor: Hector G.
    Hector G.
  • 8 jun
  • 4 Min. de lectura

La reciente negativa del hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador a ser llamado “Andy” ha generado tanto burlas como reflexiones. Pero más allá del debate superficial, este gesto ofrece una oportunidad para observar cómo funciona el poder de los nombres, desde una perspectiva semiótica. En términos de Ferdinand de Saussure, todo nombre puede analizarse como un signo lingüístico, compuesto por un significante (la forma sonora o escrita del nombre) y un significado (el contenido, la historia, los valores que evoca).



En este caso, el nombre “Andrés Manuel” funciona como un significante poderoso, cargado de significado político, simbólico e histórico en México. Es un nombre que no remite simplemente a una persona, sino a una figura construida durante décadas de vida pública. Decir "Andrés Manuel" evoca una identidad: lucha, ideología, liderazgo, poder.


El nombre propio del presidente se ha convertido en una marca narrativa que encierra una cosmovisión entera, no estoy defendiendo los actuares del ex presidente, sin embargo es indiscutible su impacto histórico, social y cultural en México.

Andy, se encuentra atrapado en una paradoja, aunque comparte el significante (el nombre), carece todavía de un significado propio. Es decir: no ha construido una trayectoria pública que le dé peso simbólico a su nombre. Su presencia es mediática, pero no por mérito o logros, sino por proximidad biológica al poder.


En ese contexto, el apodo “Andy” funciona como una especie de diminutivo psicosocial: lo reduce, lo infantiliza, lo distingue. Pero también lo protege. Lo separa del “Andrés Manuel” completo, que es demasiado pesado para alguien que aún no ha construido un significado propio.


Rechazar “Andy” es entonces una señal clara: el deseo de escapar de la caricatura, de la reducción, del papel del hijo mimado o accesorio. Pero al mismo tiempo, al elegir el nombre "Andres Manuel", se refuerza una idea de "Mercer por simple biología y herencia, sin olvidar, que Andy será Andres Manuel, pero lo falta el "Obrador" a su nombre.


En términos simbólicos, el apellido “Obrador” se ha convertido en un significante cargado: evoca la figura del patriarca político, del presidente austero, del ideólogo nacional. Que su hijo no lo porte no es una elección, pero sí una condición estructural que permite una posible distancia. No estar directamente nombrado como “Obrador” le libra parcialmente del peso de la identificación inmediata, y le abre, al menos en teoría, un espacio para construir un significado propio.


Desde esta perspectiva, el hecho de llamarse “Andrés Manuel López Beltrán” puede ser un punto de partida menos saturado simbólicamente que “Andrés Manuel Lopez Obrador”, nombre que, de existir, lo fundiría de manera casi total con la figura del padre. Así, el hijo ocupa un lugar intermedio: no es un sujeto anónimo, pero tampoco está completamente fundido con el significante paterno. Es en ese espacio donde puede (si elige hacerlo) construir una identidad propia, con actos, decisiones y trayectorias que le den el significado a su nombre.


Así, detrás de la negativa a ser llamado “Andy” no solo hay un gesto de reivindicación personal o de dignidad simbólica; también puede leerse como una estrategia de apropiación anticipada del capital simbólico que conlleva llamarse “Andrés Manuel”. En lugar de iniciar el arduo camino de construir un nombre desde cero (con significados propios, trayectorias, rupturas y conquistas), el hijo del expresidente parece querer heredar, por vía nominal, un poder que no ha sido ganado ni trabajado, sino simplemente transferido por la biología y la fonética.


¿Puede un individuo como Andrés Manuel López Beltrán quien, a la vista pública, no ha atravesado los mismos caminos de lucha, desgaste y construcción simbólica que sí recorrió su padre, merecer apropiarse del significado y legado del nombre “Andrés Manuel” solo por el mérito biológico de haber nacido como su hijo? Desde una lectura lacaniana, esta pregunta remite al problema central de la constitución del sujeto frente al deseo del Otro.


¿Qué ocurre cuando ese Otro "Andres Manuel Lopez Obrador" ha edificado un significante tan potente que el hijo, en lugar de separarse de él para construir su propio deseo, busca encarnarlo pasivamente?


Este intento de heredar el lugar simbólico del padre sin haber pasado por el proceso de castración simbólica, es decir, sin haber renunciado a la ilusión de completitud que ofrece el Nombre del Padre, sugiere una formación del yo sostenida en la fantasía de plenitud heredada, más que en el trabajo subjetivo. ¿No es acaso esto también un síntoma de una educación donde las oportunidades han estado garantizadas, pero la falta (necesaria para el deseo) ha sido negada, impidiendo así la emergencia de un sujeto auténtico? En esa estructura, el nombre no es una conquista, sino una herencia que se repite sin haber sido significada.


Exigir las recompensas de de una historia que "Andy" no ha forjado, direcciona la construcción del nuevo significado al significante "Andres Manuel", solo el tiempo nos dirá si el camino tomado tendrá frutos o fracasos, destrozando tanto el nombre (significante) como su legado (Significado) .


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